La asociación
entre los gatos y bibliotecas tiene siglos de antigüedad, ya
Herodoto (484 – 425 a. C.) describió la existencia de templos
egipcios donde los gatos controlaban la población de roedores y
serpientes, consiguiendo preservar los rollos de papiro. En la Edad
Media aun siendo perseguidos casi hasta su exterminio, los gatos eran
bien recibidos por similares motivos en los monasterios. Otro ejemplo
de asociación entre gatos y bibliotecas lo encontramos en Rusia, la
Emperatriz Elisabeth en 1745 publicó una orden para transportar los
gatos a su corte, descendientes de estos gatos patrullan ahora el
Museo Hermitage. El gobierno británico durante el siglo XIX compensó
aquellas bibliotecas que mantuviesen gatos en sus instalaciones.
En la actualidad
esta cooperación gatuna-literaria continúa, especialmente en
bibliotecas y librerías estadounidenses. Los gatos en bibliotecas
consiguen aumentar la moral entre el personal bibliotecario, creando
un ambiente muy relajado, de igual forma ayudan en fomentar programas
de lecturas. La naturaleza armónica y silenciosa del gato se adapta
perfectamente en un ambiente intelectual como son las bibliotecas.
Posiblemente el ejemplo más conocido sea el gato Dewey, vivió en la
Bibliotec Pública de Spencer, durante 19 años.